Si sintieras algo así como una ráfaga de amor, sentirías a Charles Baxter relatando con sílabas delicadas frases que recuerdas para repetir en las noches venideras. Oh Charles, cómo no hablar contigo en esos instantes de sueño, cómo no abrir un libro sin pensar en micros, paradas de micros, calles, iglesias, salas de clases, autos, fiestas -sí, cuantas fiestas- y en las mujeres que amaste, o que amamos juntos mientras la música nos dedicaba tres minutos de atención en cuatro acordes. Porque fue así, porque fue tal cual: nos rendimos a la música y desde ese momento supimos que sólo podíamos sentir gracias a ella. Oh Charles, fue todo tan rápido que cuando nos acordamos de un futuro plagado de sábanas y sudor, habíamos olvidado una pequeña promesa que más bien era una declaración de principios. Nosotros no podemos amar, porque sabemos que dentro de todo lo que conocemos y estudiamos y escapamos, jamás podríamos querer cuando fuéramos felices, y que sólo podríamos sentir cuando nadie estuviera a nuestro lado, cuando todos se alejaran. Pero tú, hombre asustado, no sabrás más de lo que sabemos todos. Pero dentro de toda esa música, y de todas las declaraciones de principios está...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario