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Abril 2007. La asociación PEN saluda al mundo nuevamente. Porque luego de deliberaciones, de discusiones y de profundas unanimidades, han decidido otorgar el flamante nuevo premio Pen/ Saul Bellow a Philip Roth.

La enésima esposa del premio Nobel, Janis Bellow, declara al mundo, y sobre todo, al Times: “mi esposo habría estado orgulloso al saber que Philip Roth es quien ha recibido el primer premio Saul Bellow”. Claro, Janis omitió el simple pero trascendental hecho que Saul ya está muerto, que Saul quizás nunca pensó en tener un premio con su nombre, y que si lo hubiera tenido, se lo habría dedicado a él mismo.


Cosa curiosa la de los judíos. Porque independiente que nunca han aceptado ser parte de un estilo literario que aune tanto sus estrellas de david como su capacidad para hacer del sufrimiento un arte, han sabido erigirse durante décadas como estandartes de un pequeño grupo aislado dentro de la sociedad norteamericana, que vive sus problemas con sus propias costumbres, y que además, accidentalmente, han sabido sobrellevar el estigma de escritores judíos, durante años.


pero eso nadie lo recuerda. sólo recordaremos que han sabido sufrir como sufre un buen judío.


Por eso son extrañas las declaraciones de Janis, porque lo lógico para Saul habría sido darle el premio a cualquier otro, menos a su discípulo, menos al hombre que representa en estos tiempos lo que Bellow, y a veces Malamud, simbolizaron después de la Segunda Guerra.


Entonces el problema, si es que hay alguno, radica justamente en que no tenemos por qué taparnos los ojos, ni taparnos la boca, ni siquiera hablar, cuando leamos frases como las de Bellow al Paris Review: “Todo eso es un invento de los periodistas, los críticos y los académicos. Soy muy consciente de que soy judío y americano y escritor. Pero también soy un fan del hockey. Y nadie habla de eso. Pareciera haber mil ictiólogos por cada pez en el océano. Y lo cierto es que no se le deben hacer preguntas del tipo ictiológico a un pez, porque éste jamás sabrá nada sobre ciencias. Yo estoy completamente seguro de no saber nada. En ocasiones asciendo a la superficie y asomo la cabeza por encima del agua y veo a todos estos tipos estudiándome, pero yo no siento la menor curiosidad o deseo de estudiarlos a ellos”


Sin embargo, Roth se sobrepondrá. Y la memoria de Bellow también. Porque, como todos los que leemos, sabemos que hemos de necesitar algo que nos permita distinguir, clasificar, ordenar, sobre la base de criterios que a nadie le importe, o que son tan conocidos que se vuelven indiscutibles.


Nadie, ni siquiera Bellow, hará reordenar la biblioteca de un crítico literario



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