Una luz de almacén


en una disertación liceana alguien afirmó -con la certeza que se tiene en esa época- que los libros buenos eran aquellos con los que te identificabas. En ese momento esa frase me pareció, al menos, ridícula. Y en verdad, todavía creo que la idea es idiota y antojadiza, pero-como en este momento- como dice calamaro, duele comprobar que los casos en que la naturaleza imita al arte son como un relámpago que literalmente te cortan la vida. Nadie dice nada, de carver, es quizás el mejor ejemplo. Obviamente, sólo para mi. El problema en este caso no es el hecho que me sienta identificado y me realice siendo parte de algo. Es algo menor. Solamente no puedo seguir leyendo el libro.


pero los que entienden que la naturaleza imita al arte también saben que existen formas fáciles y simples de deshacerse de ese nexo, entendiendo al arte y la naturaleza como incomensurables. Entonces el problea se resuelve y puede uno volver a los sillones mullidos a leer la edición que anagrama editó gentilmente para nosotros. Puede ser. Uno nunca sabe cuándo está imaginando que se va a robar un chocolate en una tienda o ya lo está haciendo. Sin embargo, los que entienden eso, saben también que las frases que escribo en este momento no pueden sino reafirmar esa condición que une al libro con el cuerpo y que mantienen el fervor por la lectura como un hilo que los escritores del boom llamarían la lectura cómplice. Eso es fácil de sostener por los que ahora están durmiendo mientras yo no puedo terminar un puto libro de 150 hojas.


Entonces el problema no es ni la identidad ni la conmensurabilidad sino un problema de elección. Como JC Rodriguez, elijo entre la tele y el libro, aunque, como muy bien se, en realidad no hay elección sino descarte por fuerza mayor.


Pero imaginémos que este momento que estoy viviendo y que en verdad es un momento mínimo, -aún más mínimo que el cuento de carver- habría sido pensado por carver. O sea. En verdad no hay mucho que explicar y entonces el o sea ya no tiene sentido. Filo. Filo con el libro y hossana por la televisión que en este momento me salva de la abulia. Hossana también por todos los cuentos que no entiendo porque de a poco me voy perdiendo y yo juro que esa es la idea.

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