La televisión sigue, pero ya no muestran a Emma, sino a un quinceañero al que envidio y que habla con una voz que no es suya acerca de lo valiente y odioso que puede ser, mientras la sombra de Emma le responde con algo que no logro a captar. Son las doce de la noche y en la televisión de fondo suena Neil Diamond. Es el mismo cantante que mi padre escuchaba todas las noches antes de llegar casa, mientras fumaba en el auto. El sabe que estoy escribiendo sobre él, sobre lo que sé y sobre lo que no puedo callar. Sabe que el futuro de su vida depende necesariamente de las decisiones que tome estos días. Podría decir que mi padre se llama Eduardo, pero no es así. Podría repetir hasta el cansancio que mi padre es como el padre de Phil Roth, pero no es así. Mi padre sólo es como un zorzal que mira despacio con ganas de gritar y golpear mesas, de imponer condiciones, de ahorcar hasta cortar arterias.
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